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150 años de la victoria de Curupayty: Homenaje del Senado Paraguayo

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http://www.senado.gov.py/ El titular del Legislativo, acompañado de los senadores Mario Abdo Benítez, Blanca Ovelar, Arnoldo Wiens, Fernando Lugo y Luis Alberto Wagner, visitaron el mausoleo del general José Eduvigis Díaz, en el Cementerio de La Recoleta, donde rindieron homenaje a los combatientes de la batalla de Curupayty, con el descubrimiento de una placa conmemorativa y la entrega de una ofrenda floral.

“Rendimos homenaje al General José Eduvigis Díaz y a los héroes de la Batalla de Curupayty, en conmemoración del Sesquicentenario de aquella gesta épica. Ese 22 de setiembre de 1866, se paró el tiempo para las fuerzas aliadas, que buscaban someter al Paraguay, tiempo en que se produjo la victoria más resonante en toda la contienda.

Fue el momento en que las fuerzas aliadas contra el Paraguay quedaron perdidas y confundidas, al punto que después de Curupayty, en las provincias argentinas empiezan los cuestionamientos sobre su participación en aquella guerra que se transformó en un genocidio”, manifestó el Senador Acevedo, al rendir homenaje a uno de los más insignes jefes militares de la guerra grande.

“El General Díaz fue, quizás, el más grande estratega militar durante la guerra, lamentablemente encontró la muerte a pocos meses de aquella resonante batalla en Curupayty”, destacó.

La propuesta de visitar el sitio fue a iniciativa de la senadora Blanca Ovelar (quien preside la Comisión de Cultura, Educación, Culto y Deportes de la Cámara Alta) durante la sesión ordinaria, la semana pasada, ocasión en que el Pleno del Senado aprobó el Proyecto de Declaración “POR EL CUAL LA HONORABLE CÁMARA DE SENADORES RINDE HOMENAJE AL GENERAL JOSÉ EDUVIGIS DÍAZ Y A LOS HÉROES DE LA BATALLA DE CURUPAYTY EN CONMEMORACIÓN DEL SESQUICENTENARIO DE AQUELLA GESTA  GLORIOSA”.

Cabe mencionar que, el homenaje se realizó en el mausoleo ubicado en La Recoleta, teniendo en cuenta que el Panteón Nacional de los Héroes, donde reposan los restos del general Díaz está clausurado.

Historia de la epopeya

De acuerdo con los datos históricos, un 22 de setiembre de 1866, hace 150 años, se daba la epopeya en la que 5.000 paraguayos vencieron a unos 20.000 aliados.

Los historiadores relatan que el general Díaz dejó que el enemigo avanzara y solo entonces dio la orden de repeler. En ese momento se escuchó el estruendo de  49 cañones y los cinco mil fusiles, mientras las columnas enemigas avanzaban con dificultad en medio de lodazales y esterales. Los soldados aliados cayeron por centenares, retrocedían, hasta que el general argentino, Mitre, dio la orden de retirada, con la resonante victoria paraguaya. 

** A continuación, trascribimos el discurso de la Doctora Julia Velilla Laconich, historiadora, actualmente Embajadora-Delegada de la República del Paraguay ante la UNESCO.

CURUPAYTY                                                          

Hoy conmemoramos 150 años de aquella épica, heroica y gloriosa batalla. ¡Qué corazón paraguayo no se conmueve a los pies de este mausoleo,  que albergaba los restos del General José Eduvigis Díaz y otros héroes de la gran epopeya, antes de que sea trasladado al Panteón Nacional en 1939!!

Él fue el soberbio paladín de la más esplendente victoria de nuestras armas en la Guerra Guazú! Y fue una feliz iniciativa volver a la vieja tradición de homenajear a los prohombres de la Patria, en la más que centenaria Recoleta de nuestra capital. Todos deseamos que el regreso a esta tradición, simbolice también el regreso a otras tradiciones y valores que engrandecieron esta bendita tierra… Felicito en ese sentido a la Comisión de Cultura de la Cámara de Senadores.

 La victoria de Curupaty quedó grabada en la memoria colectiva como ningún otro acontecimiento de aquella trágica contienda. Que el Paraguay exista como Nación, es porque ha mantenido en esa memoria colectiva, el orgullo de su historia, su cultura, su tradición, en cuya defensa nuestros antepasados no escatimaron ningún sacrificio, hasta subir al Gólgota de Cerro Corá.

La Guerra de la Triple Alianza, nuestra “Guerra-guazú”, significó un holocausto sin parangón en América – y tal vez en el mundo –de todo un pueblo, que se inmoló dispuesto a sucumbir antes de ver humillada y menoscabada la dignidad y los derechos de su Patria.

Todos sabemos que fracasó la primera etapa ofensiva de nuestro ejército en el sur. Cuando los aliados penetraron en nuestro suelo, la estrategia fue puramente defensiva. Sitiados en nuestra mediterraneidad, sin posibilidad de apoyo exterior y ante fuerzas abrumadoramente superiores en pertrechos y hombres,  nuestra primera campaña defensiva del Ñeembucú, se realizó en lo que se conoce como “el cuadrilátero”, línea jalonada por los puntos fortificados de Itapirú, Tuyutí, Curuzú, Curupayty y Humaitá.

El poderoso ejército aliado, apoyado por su imponente flota, cruzó el Paraná el 16 de abril de 1866, pensando en una fácil y triunfal campaña. Pero tardaron 2 años, 4 meses y 20 días (cuando cayó Humaitá el 5 de agosto de 1868) para vencer esa heroica y desesperada resistencia que tuvo su cita cumbre en Curupayty.

El cuartel de López se encontraba en el centro de ese cuadrilátero, sobre las lomas de Paso Pucú, comunicada por telégrafo – el primero en Sudamérica- con la capital y los cuarteles divisionarios. Convencidos de la imposibilidad de romper el frente paraguayo, la Junta de Guerra aliada decidió llevar la ofensiva por el flanco izquierdo. Después de Tuyutí y la caída de Curuzú, se pensó avanzar inmediatamente hacia Curupaity y tomar Humaitá. El momento era de gravísima amenaza para la defensa paraguaya.

Los Comandos aliados se disputaban la gloria del fácil y cercano éxito vislumbrado, y el precioso tiempo perdido en esta estéril querella, nos dio la oportunidad  a los paraguayos de fortificar Curupayty.

El 12 de setiembre, López había intentado – en la entrevista de Yataity Corá que él convocó- negociar un armisticio honroso para ambas partes y frenar el terrible derramamiento de sangre entre hermanos de una guerra injusta. Varios pueblos del interior argentino clamaban por ese final. El veto terminante del Imperio a cualquier acuerdo con López, frustro la loable iniciativa. Muchos autores sostienen que el Mariscal también deseaba ganar tiempo para terminar las fortificaciones de Curupayty.

La escuadra tenía la misión de aplastar la artillería paraguaya, pero una copiosa lluvia demoró el ataque previsto para el 17 y modificó sustancialmente el paisaje convirtiendo la tierra arcillosa en un extenso pantano. El 21, la Junta de Guerra acordó que en la mañana del 22 se iniciaría el ataque. Mitre y Porto Alegre comandaban el ejército. Se preveía una victoria rápida y segura.

En el frente paraguayo a los planes del Coronel Thompson y Morgenstein se impuso el criterio del General  José Eduvigis Díaz, en quien López tenía una fe ciega. Apoyado por el coronel Myskowsky – que murió en las trincheras que había ayudado a levantar – Díaz se impuso la titánica tarea de dirigir la construcción de las trincheras que resultaron inexpugnables.

Cinco mil hombres, por turno, se prodigaron en la tarea de cortar árboles, excavar túneles y preparar zanjas y abatíes. Venciendo el sueño, con el agua hasta la cintura en los profundos esteros, construyeron más de 2.000 metros de trincheras, puentes levadizos, polvorines subterráneos. Ninguna dificultad arredró a los heroicos “chaflaneros” como se los llamaba. El foso de la trinchera principal tenía poco más de 3,34 mts. X 2,50 de profundidad.

El 21, antes del mediodía, Díaz informó a López que las trincheras estaban listas. Con la firmeza que lo caracterizaba sentenció: “Si todo el ejército aliado ataca, todos quedarán sepultados al pie de las trincheras@… Su profecía se cumplió!

Un radiante sol saludó el día 22 de setiembre, un día como hoy hace un siglo y medio!!…Tamandaré había  asegurado que “en duas horas descangallaría” las trincheras paraguayas. Lanzaron más de 5.000 proyectiles. Completado el bombardeo se hizo un súbito silencio… Asumiendo que las trincheras de Curupayty estaban arrasadas y la resistencia paraguaya anulada, el General Mitre en persona, que comandaba en Jefe la batalla con Paunero y su hermano Emilio, ordenó que se lanzara el ataque. Manuel Marqués de Souza Barón de Porto Alegre conducía a los brasileros. El total era de 20.000 hombres.

“ …Con sus vistosos uniformes de parada – comenta O`Leary – relucientes bajo los rayos del sol, alineados en rigurosa formación, marchando al son de músicas marciales, con sus banderas desplegadas, más parecían destinados a lucirse en una fiesta fastuosa que próximos a la catástrofe”…

El General Díaz, que había pasado la noche con sus soldados esperando el ataque, estaba secundado por Adolfo Saguier, el capitán Hermosa, Zayas, Gill, los marinos Ortiz, Antonio Luis González y su asistente Eduardo Vera. Ordenó el repliegue de las trincheras más avanzadas y montando a caballo, recorrió todo el frente de la línea, arengando a la tropa que respondía con vivas a la Patria.

Ni bien las tropas aliadas se pusieron al alcance, ordenó el fuego seguido de un toque de clarín. Sin apoyo de artillería (como nos había ocurrido a nosotros en Tuyuti) avanzó la infantería enemiga completamente desguarnecida. Sin más preocupación que afinar la puntería, los artilleros paraguayos dejaban enormes huecos en las formaciones que se revolvían en el fango, allá abajo. Los que salían indemnes se encontraban con las “bocas de lobo”, las zanjas cubiertas con árboles espinosos. Los que los superaban se precipitaban en los abatíes y todo este infierno a tiro de los fusiles paraguayos.

 Nadie podía acercarse siquiera a las trincheras. Los pocos que lo lograban eran fusilados. Caían cegados por centenares. Retrocedían horriblemente destrozados, se arremolinaban, recibían refuerzos y volvían a la carga con el mismo infortunado resultado. Curupayty era inexpugnable!!!!

A las 4,30 de la tarde el clarín del “pardo” Cándido Silva anunciaba la victoria mientras el general Díaz, como un Dios de la Guerra, montado en brioso corcel recorría las trincheras entre los vítores de la tropa!

Las bajas paraguayas fueron insignificantes: 23 muertos y 69 heridos. De los aliados quedaron fuera de combate casi el 50%, entre ellos el hijo del Presidente Paz, Dominguito Sarmiento y varios jefes más.

Cuando Díaz se presentó a dar el parte oficial con un escueto: “Misión cumplida”  el Mariscal se adelantó a recibirlo con un estrecho y prolongado abrazo. Nadie durmió aquella noche festejando la victoria. Sería nuestra mayor venganza por tanta infamia!… antes de iniciarse el apocalipsis final.

Nada fue igual después de Curupayty. Cuando la noticia del desastre llego a Buenos Aires, los reclamos, la indignación, los desbandes y motines se sucedieron. Nunca podrá eludir Mitre y su sed de gloria, la tremenda responsabilidad de haber sacrificado a millares de los hijos de un pueblo que clamaba por la paz. Pronto él y Flores se retirarían definitivamente del frente de la guerra. Se modificaron los gabinetes ministeriales de todos los gobiernos de la alianza. Por más de un año todo quedó paralizado y sin iniciativa, hasta que después de larga tregua (noviembre del 67) el Imperio decidió comandar hasta concluir el bárbaro exterminio de nuestro pueblo…

Algunos días después de la batalla, en un banquete de vencedores en Humaitá, en medio del frenesí de los aplausos y vítores en guaraní, Díaz afirmó que la construcción de las trincheras se había hecho en 19 días, trabajando como hormigas bajo el sol y la lluvia, de día y de noche, sin dormir y sin descanso… y sin que los porteños vieran nada…

Con razón López terminó un encendido brindis con estas palabras: “Vuestro nombre, General, no morirá. Vivirá eternamente en el corazón de vuestros conciudadanos” Y es verdad. Nosotros lo extendemos a todos los héroes de aquella guerra, nuestros invencibles guerreros del 70, afirmando que, por siempre, la gloria de estos valientes y nuestra gratitud crecerá “como crece la sombra cuando el sol se pone…”

Por primera vez, después de 30 años de concluida la guerra, en este lugar, a los pies de este mausoleo con “una gigantesca manifestación” según la prensa, se inició la reivindicación de nuestros héroes del 70, en la persona del General Díaz.

El gran Manuel Domínguez fue uno de los oradores principales y terminó con esta reflexión:

“La generación a la que perteneció el General Díaz derramó lágrimas sobre su tumba. Nosotros, los de la nueva generación, vinimos a pagar a su memoria nuestro tributo de admiración.

Con evocar la sombra de aquel guerrero, nos sentimos fortalecidos. Sentimos el orgullo de ser paraguayos con pensar que descendemos de aquellas almas fuertes. Y es, en verdad, motivo de orgullo legítimo, que el General Díaz sea la encarnación del heroísmo de nuestra raza.”

Díaz y su generación, y los héroes del Chaco, derrocharon coraje a manos llenas, para que hoy los paraguayos podamos soñar nuevamente con un destino de grandeza.

Hago un llamado a todos nuestros compatriotas, para que cuando las oleadas del pesimismo y de la corrupción nos atropellen, que ellas se estrellen contra las trincheras de nuestro patriotismo, como se estrelló la alianza contra las trincheras de Curupayty!

Emulando a la tropa, que con sus vítores saludaban la victoria, repitamos también nosotros: ¡VIVA EL GENERAL DÍAZ!!  ¡VIVA EL PARAGUAY!!

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