Como viene ocurriendo históricamente, los sojeros postergaron una nueva batalla para evitar el pago de impuestos, en medio de críticas de sectores campesinos por la odioso asimetría en la política impositiva imperante.
La Cámara de Senadores dejó sin quórum este jueves el pedido de analizar el impuesto a la soja solicitado por organizaciones campesinas que desde hace 20 días están acampados en Asunción en reclamo de la condonación de sus deudas por parte del Gobierno.
El nulo interés del Congreso en gravar la actividad del rubro más productivo del país con ingresos récord cada año se vio patentizado una vez más luego que los senadores abandonaran sistemáticamente la sala de sesiones para evitar el tratamiento del tema, que “atenta” contra el interés del sector más poderoso del país.
Los sojeros han sido históricamente satanizados por sectores sociales y populares que acusan a este rubro extensivo de empobrecer las pequeñas fincas familiares al dejarlas sin acceso a los mercados y de “jugar” con la economía de los pobres al fijar precios bajísimos que no dan posibilidad de sostener la actividad.
A más de ello, los productores del grano son acusados de depredar el medio ambiente con la tala indiscriminada de árboles para preparar el terreno de cultivo.
Otro cuestionamiento consiste en que supuestamente envenenan la tierra al utilizar agroquímicos de alto poder contra plagas y malezas, amenazando incluso los recursos hídricos cercanos y con ello la calidad de vida del entorno campesino.
Está encajonado en el Congreso un proyecto de ley que busca gravar la renta por exportación de soja para involucrar en mayor medida al sector en la recaudación fiscal.
El sector agropecuario es uno de los que menos tributa al Fisco, en asimetría con otros sectores productivos, manteniéndose dentro de un odioso sistema impositivo diferenciado.
El Iragro aporta el 10 por ciento, al igual que Iracis, y en el caso de las multinacionales graneleras deben abonar 15 por ciento más por las exportaciones.